14 de mayo de 2012

¿Y mi tesoro?



Siempre pensé que la firmeza era uno de los rasgos más distintivos de mi carácter. Con él a mi lado, me doy cuenta que no soy más que temblorosa gelatina cuando le hablo, cuando lo veo, cuando lo pienso. Amor era tan solo una palabra desconocida para mi, una palabra extraña, sin olor, sin sabor, nada. Y sin quererlo, ahora no es más que un oloroso arcoíris disfrazado de palabra.

No quiero que lo sea, pero lo es. ¿Dónde están los duendes con su gran caldero lleno de monedas de oro al final del arcoíris? Quiero ya mi premio por creer en aquella engañosa palabra llamada amor.

Es un poco apresurado, este no es ningún testamento, ni mucho menos. Este es, sin embargo, un intento de queja, una carta de reclamo por pérdidas o de liberación y renuncia, o algo así. Quiero mi firmeza de vuelta, quiero mi seguridad y mi vulnerabilidad guardada de nuevo en aquél cofre bajo llave en mi pecho.

Que vuelva el aire puro, que se vaya el olor a rosas y pachulí. Que vuelvan los colores sobrios, que se vaya el fastidioso ambiente psicodélico, y el espantoso estado de trance enmarihuanado. Esto no es ningún circo.

9 de mayo de 2012

El día D



Comenzando la semana, compró todo el equipo que necesitaba, desde patines hasta casco. Se gastó gran parte de su reducido monto ahorrado en poco más de dos meses, y el dinero que sus padres le habían dado. Un par de fotos para papá y mamá, para que no digan que la plata se malgastó.

Quería usar todo al instante. Tenía aquella extraña emoción cuando se quiere estrenar todo al mismo tiempo, pero tendría que esperar, esperar al Día D.

Finalmente, una subida de adrenalina, un deseo por ser la mejor... Un inminente temor a caer. Sin quererlo, fue esto lo que sintió ella en su primer entrenamiento. Con su equipo nuevo, sentía que brillaba, con sus débiles piernas y su pobre técnica de patinaje, no tanto.

Aún así, tuvo mucho coraje, se lanzó a la boca del lobo por sus primeros bloqueos y, como era de esperarse, al piso fue a dar. Su recuperación, sin embargo, fue rápida y sus enormes rodilleras evitaron todo daño o dolor significativo.

Las mujeres del equipo, en su mayoría, eran bastante abiertas, amigables. Muchas le dieron tips para obtener más equilibrio al realizar un bloqueo, para caer de una forma correcta, para ser más rapida, y todos, sin lugar a dudas, quedaron impresos en su memoria, más en su técnica, no mucho. Pero hacía el esfuerzo, trataba duro, estaba feliz.

No le quedaba otra, entrenar como loca.

5 de mayo de 2012

Tanteando el terreno



Le habían dado los horarios de entrenamiento, pero ella quería verlas primero en acción, en vivo y en directo. Fue entonces al Parque Nacional pero, maldita sea su ignorancia y su pobre sentido de la ubicación, se perdió en el camino. ¿Dónde diablos quedaba la pista de patinaje?

Habiendo recorrido gran parte del parque, se disponía ya a darse por vencida y devolverse a su casa, pero al girar la cabeza, por pura casualidad, vio finalmente la pista a lo lejos. "¡Es una señal del destino!", pensó emocionada mientras se dirigía hacia la pista, sin perderla de vista.

Cuando llegó se sintió un poco fuera de lugar. Un gran número de mujeres jóvenes, todas de gran belleza, algunas tatuadas, algunas perforadas, algunas con el cabello teñido, algunas comiendo, algunas hablando, algunas riendo, se aglomeraban en una de las esquinas de la pista, pero ¿cuál de todas ellas más intimidante? "Son como amazonas", pensó mientras caminaba tratando de mantener un bajo perfil, sentándose finalmente en una de las bancas de concreto más lejanas.

Celebraban algo, comían torta, sonreían, parecía un equipo bastante unido. Cuando la reunión acabó, rápidamente se desplazaron al centro de la pista para prepararse para el entrenamiento. Hicieron algunos ejercicios que recordó haberlos hecho también en su época de patinadora. Observó cuidadosamente los movimientos de cada una, identificando las más fuertes del equipo, y las que, probablemente, apenas comenzaban a hacer parte de él. El resto del entrenamiento fue una práctica de los movimientos del Roller Derby. Muchas caídas, muchos golpes. "Tengo miedo de esas niñas", dijo.
Fue un día interesante.

Solo le faltaba comprar el equipo para comenzar los entrenamientos, cosa que ya estaba libre de hacer en cualquier momento, pues sus padres le habían dado parte del dinero aquél día. “Ojalá mañana domingo abran el local”, pensó antes de dormir.

La hija deportista



La espera, al final, no duró tanto. Esa noche respondieron su correo, admitiéndola. Le enviaron el reglamento del equipo, así como como la carta de liberación y renuncia, y la de ingreso.
Estaba emocionada, leyó y releyó, una y otra vez, tanto el correo de respuesta como el reglamento del equipo, luego, continuó con la carta de liberación y renuncia. Sus manos comenzaron a temblar, comenzó a reir imparablemente. Solía sucederle al sentirse amordazada bajo la frase "riesgo de muerte". En realidad no le importaba, pero aún así sentía que exageraban. "Pues ojalá no me muera", pensó para sí misma.

El siguente paso era conseguir el precio de los patines que debía utilizar, y de todas las protecciones necesarias. Le dio un poco de lástima haber comprado hace casi un año con la primera quincena de su primer trabajo, unos patines en línea que no había estrenado aún por tener una rueda floja. El kit de protecciones de 30 mil pesos, tampoco le servirían.

Supo que en la única tienda especializada en venta de equipos de Roller Derby, los patines más baratos, unos Riedell R3, costaban unos 370 mil pesos. Ouch. El casco más barato, 130 mil. Ouch. Las rodilleras  más baratas... Ouch. Para el final de la suma se sentía muy apaleada. El equipo era bastante costoso, no podría pagarlo ella misma.

"Hola mami, ¿qué más?", saludó alegremente. Si bien era mantenida en otra ciudad por sus padres mientras que cursaba su carrera, nunca le gustó pedir de más, se sentía culpable. Pero esta era una "emergencia", y para ella, no  había de otra. Les contó todo, qué era el Roller Derby, qué se necesitaba, cuánto valía. "No te preocupes, si lo quieres para hacer deporte, te lo pago", le dijo luego su padre.

Era tan afortunada, ¿o desafortunada? Afortunada porque tenía padres que la apoyaban -en casi todo- así, incondicionalmente. Desafortunada, tal vez, porque comprendía que estaban tan desesperados porque ella hiciera algún deporte y dejara aquella vida sedentaria de tanto años, que estaban dispuestos a pagar lo que fuera necesario. Que exagerados, ¿o no?

Fue su maldición, desde su punto de vista. La maldición de nacer en el seno de una familia tan deportista como la de ella. Trotar, deporte favorito de ambos padres. Recordó aquellos miserables domingos en que su padre la arrastraba felizmente con ellos hacia una loma en el medio de la nada. "Trotándo hija, trotándo", le repetía él cada vez que la pillaba caminando un tramo para regular su agitada y asmática respiración.

Su hermano, por otro lado, tuvo en su pubertad una explosión de su deportista interior en el momento en que se inscribió a una lecciones de Taekwondo que dictaban en el complejo deportivo frente a su edificio (¿qué tan de malas podía ser para que construyeran un complejo deportivo frente a sus narices, el cual nunca pisó en su vida?). Su hermano se volvió delgado, ágil, fuerte. ¿Y ella? Ella seguía igual.

No siempre fue así, no siempre fue tan desafortunada con los deportes. Hubo una época en que practicaba patinaje, y le gustaba, era buena en eso. Ganó algunas medallas, aunque le avergonzaba presentarse a los torneos, había demasiada gente observando para su gusto. Dejó finalmente el patinaje en el momento en que sus padres le dijeron que estaba descuidando sus estudios -y pensar que con, o sin patinaje, igual los descuidaría en el colegio-.

Solo esperaba que el Roller Derby, no fuera algo pasajero. Esperaba que fuera, por el contrario, algo de lo que sus padres pudieran estar orgullosos. Alfin, su hija era también deportista.

4 de mayo de 2012

Hazlo.



"Deberías hacerlo", le dijo con emoción aquél delgado joven, "es el deporte perfecto para ti".
Hablaban del Roller Derby, un deporte aún muy nuevo en su país. Data de los años 20, originario del estado de Texas, Estados Unidos. Se trata de un deporte de contacto sobre ruedas, practicado generalmente por mujeres.

Estaba fascinada con aquél deporte, pero sentía temor. Temor de ser azotada, no solo por aquellas monumentales mujeres que lo jugaban, sino también por su terrible estado físico, pues bien se sabía que ella no era más que una deportista del sofá, si se puede decir. Temor por ilusionarse con algo que, tal vez, la desilusionaría luego. Temor también de comenzar, y no continuar con ello. Temor de tener temor. "Me da miedo", le contestó ella.

Recordó la primera vez que escuchó sobre el Roller Derby, no mucho tiempo atrás. Fue en una película, "Whip It", protagonizada por una actriz que, si bien no era su favorita, la tenía siempre muy en cuenta, Ellen Page, y dirigida por Drew Barrymore. Pensó que fue una buena película, y lo sigue siendo.

Aquella noche no pudo contenerse. Youtube fue su aliado, vio cientos de videos acerca del Roller Derby. Conoció algunos de los equipos de su país, de la ciudad en la que ahora vivía, de su ciudad natal. Conoció también equipos de otros países, mejores aún que los que vio en un principio. Aprendió de memoria los nombres de cada posición de los jugadores, de las reglas del juego. Tenía sed, sed de Roller Derby.

Estuvo a punto de enviar un correo solicitando su ingreso a uno de los equipos de la ciudad, pero se arrepintió al recordar que no se había subido a unos patines hacía poco menos de 5 años. "Patinar es como correr, nunca lo olvidas", le dijo un día una amiga, pero ¿quién sabe? Estuvo en la liga de patinaje en su ciudad natal por un breve periodo de su vida, pero hacía tanto tiempo que lo había dejado que tenía pena de caer apenas se parara.

Al día siguiente no tuvo clase en la universidad en la mañana, así que decidió tomarse libre también la tarde. Su obsesión no hacía sino aumentar, estaba como loca. Entre deberes que adelantaba, veía o leía una que otra cosa sobre este deporte. Pensaba en cuál sería su nombre derby, todos le parecían estúpidos. ¿"Murder Baby", o "Baby Murder"? Aún no sabía cuál sonaba mejor, fue lo único rescatable de todo lo que se le ocurrió.

El delgado joven volvió a insistirle ese día, y finalmente, en un acto de impulsividad y locura, envió el correo.
La espera comenzó...