31 de agosto de 2012

La Primera de Mayo, caos por doquier



La Avenida de la Primera de Mayo en Bogotá, aún un jueves a las 8 p.m, continúa siendo sin duda alguna, el lugar más caótico en el que haya estado jamás. Ni Pereira - mi ciudad natal-, en sus más locos días, llega a semejarse. El solo caminar la avenida ida y vuelta, resulta siendo un paseo agotador, sin que uno necesariamente lo note.

Desde la distribución de los locales, entendidos como discotecas, bares, prostíbulos, y restaurantes, entre otros, hasta la congestión en términos de movilidad resultan siendo un tanto anárquicos: ni por el andén a pie, ni por la calle en carro. Hay trancón a lado y lado.

Como adentrándome en una selva de cemento de luces de colores y música ensordecedora de la que no saldría en un buen tiempo, me resigné a luchar contra las persuasivas decenas de “jaladores” por cuadra, que tiraban de mi brazo y camisa hacia uno de los tantos bares y discotecas, mientras gritaban prometedoras palabras de entretenimiento, trago y diversión asegurada. “Meseros enjabonados, meseros bailables”, decían unos. “Pídame lo que quiera y se lo regalo, vodka, ron, aguardiente, lo que quiera”, me decían otros.

En lo único que me permitía pensar era en los numerosos casos de licor adulterado que había por año. En lo corrido de este, hasta el 30 de Junio, se han decomisado 38 mil unidades de licor adulterado, de acuerdo a la gobernación de Cundinamarca. A pesar de esta elevada cifra, el balance se encuentra catalogado como positivo…

“Chicas fáciles jefe”, le dijo luego otro jalador al hombre que caminaba frente a mí.

Muchos prostíbulos contrataban jaladores para que los promocionaran, otros simplemente no lo necesitaban. Es el caso de la Corporación Privada Club Angelos Internacional VIP. No sé aún el motivo por el cual recuerdo a la perfección su nombre. Tal vez porque su elegante fachada y lobby resaltaban entre oscuros antros y sucios locales de comida a su alrededor. Su puerta de cristal permitía ver el lobby, espacioso, lujoso, con clase, dando al tiempo un aura de incontenible misterio a su alrededor.

También estaba Titanic, una discoteca que se metía de lleno en la ambientación de la película con el mismo nombre. Desde lo poco que veía desde afuera, la decoración marinera del lugar era increíble, con timones,  sogas y caracoles por doquier. Pero lo más vistoso, a mi parecer, fue la vestimenta de los meseros, o los “chicos de entretenimiento”. Vestían ceñidos trajes de marineros que enmarcaban desde los bíceps de sus brazos y hasta la “chocolatina” de su abdomen.

Observando a unos deplorables borrachos entrando a un restaurante, me percaté que hay una curiosa elevada cantidad de pollerías que adorna, entre discoteca y discoteca, la avenida. No hay duda alguna que Bogotá tiene una producción de pollo como ninguna otra ciudad. La comida “after-party” colombiana es, por alguna razón, el pollo y los embutidos.

Y así, la Avenida Primera de Mayo me fue despidiendo de mi recorrido con una variedad de olores emanados desde los restaurantes, pasando por los vendedores ambulantes de embutidos, hasta los orines a un lado de la calle, y otras tantas cosas no identificadas, o que, por mi bien, fue mejor no tratar de identificar.

[Crónica presentada para la clase de Producción II, sin corregir]