24 de octubre de 2013

Pusilánime



Una vez tuve un compañero, una vez hace mucho tiempo. En un principio lo tenía él todo, lo tenía yo todo, y nada nunca faltaba. Los días eran amenos, las conversaciones interesantes, las felicidades se apilaban y las tristezas no existían. Al pasar el tiempo, el amor floreció, un amor puro e inocente. Él, con el anhelo de algo bueno, y yo, con la curiosidad de algo nuevo, nos aventuramos en una historia de dos. Cuánta alegría por aquellos días en que mi mano y la suya, ambas, ser tomadas por la otra querían.


El tiempo pasó y sin aviso previo, mi compañero temió de su propia felicidad. Al hesitar renunció a todo, sin siquiera detenerse a pensar. La lengua pudo más que su mente, y a mí solo me mandó a volar. Quiso reemplazarme, mientras yo, lejos de él, todavía esperaba hacerlo recapacitar. El momento llegó, y al verme de nuevo cambió de parecer: "¡Qué tonto, qué estúpido he sido yo al caer!". Y yo lo perdoné, pues hesitar cualquiera lo puede hacer.


Seguimos con la historia que a tropiezos comenzó a ceder, y mi compañero luego no me supo querer. Buscaba en otros lados otra gente, otra manos para tomar y distraer su mente. ¡Qué sufrimiento el de él, tener ahí a alguien, claramente! El infierno se desató cuando terceros a la historia se metieron, y tratando de separarnos, ¿sobre qué no mintieron? Qué dolor, qué mentiras, ¡yo no quería algarabías! Entonces, mi confianza en él comenzó a flaquear, pero sin rendirme, claro, porque uno siempre se debe esforzar. 


Un año transcurrió desde que lo había conocido, y Año Nuevo se pasó como si yo no hubiera existido. Volvió a buscar a con quién había tratado de reemplazarme, pero claro que no, yo no iba a dejarme. Me mintió en la cara como si no hubiera mañana, pero la mentira le salió bien cara. Cansada, decidí dejarlo ir, y para no derrumbarme, irme yo a divertir. Al arrepentirse, una vez más, decidió cambiar por mí, y yo saqué fuercitas para creerle y le dije que sí.


Para mi sorpresa, el cambio, aunque tropezado, fue bastante rápido, y él en sí mismo se volvió de nuevo cálido. Qué felicidad, pensé que nunca acabaría, y mi futuro con él siempre esperanza tendría. Mi compañero entonces planeó nuestras vidas, y yo extasiada dije "esto sí que es vida". Pero como todo lo bueno, tampoco aquello duró, y después de un tiempo el infierno volvió. Las peleas, cada vez más fuertes, llegaron al punto de no faltar sino que nos diéramos juete. Luego él perdió por mí el respeto, y dije solo "yo no me aguanto esto". Al decir aquello decidió terminar, y aunque volvimos a intentar, no volvió a funcionar. 


Lo que quisiera desear es que él, mi primer amor, no se vaya a arrepentir, como hizo ya tantas veces, que su corazón no vuelva a desistir. Sin embargo, tan bondadosa aún no me permito ser, pues sé que un error cometió antes y que ahora volvió a cometer. No valoró mis esfuerzos, ni mi amor por lo que sé, y pensaba que amigos podríamos de la nada volver a ser. La amistad, como la confianza, se deben ganar, pero si no hace nada, pues nada se le va a regalar. 


Amor, desafortunadamente, todavía tengo mucho para dar, pero al despreciarme él tanto, ya no me quiero equivocar. Me obligó a pasar la página sin siquiera yo querer y, al ver que me rehusaba, venganza comenzó a apetecer. Deshizo en un día lo que en aquél buen tiempo había logrado, y con eso solo me facilitó el trabajo: como una vez lo convencí de volver, ahora me convenció él de lejos querer correr. 


Yo sigo aquí añorando aquél inicio de la historia, y aquél breve intermedio en el que solo paz se respiraba, pero no sé qué espera él, o si abandonarme solo deseaba... En fin, el futuro brillante que una vez pintó, se deshizo ante mis ojos porque ya no lo intentó. "Pusilánime" decidí entonces llamarlo, por ser el hombre que lo quiso todo, pero al primer problema siempre el intentar cesó.